domingo, 11 de noviembre de 2012

Sayonara

 (Pido disculpas por este incumplimiento de la ''norma'' que habíamos establecido de la entrada semanal, pero confío en que será comprendido por ser la primera y última vez que se producirá.)


Todo tiene un principio y un final. 
Mi final para con Cascada de estrellas ya ha llegado. 
Llega cuando las razones y el deseo para no continuar pesan más que las ventajas o las ganas de seguir. 
Llega cuando, tras luchar, tras esperar, es momento de rendirse. 

Puedo decirlo de muchas maneras: sayonara, goodbye, adieu, adéu, pikapi... o, simplemente, adiós.

Este blog fue un proyecto muy bonito mientras duró, pero si el destino decide que no ha de durar más, es lo que hay y punto. Tampoco es que tuviera ya demasiado sentido dedicarle tiempo: no tenía éxito, y las razones por las que fue comenzado se hallaban tambaleando sobre la cuerda floja colgadas de un hilo finísimo -porque nada se puede dar por hecho o terminado de forma definitiva, aunque nuestra naturaleza terca nos empuje a ello-. 

Por otra parte, antes de cerrar las maletas e irme, debo dar las gracias. Gracias porque todo lo que nos sucede nos ayuda a aprender, y aunque a veces duela o produzca heridas, esas heridas se cierran en el instante en que nos damos cuenta de que hemos aprendido algo muy valioso, que nos será de gran ayuda en el futuro. Es lo único que me permite irme con la conciencia tranquila, con una sonrisa en el rostro y con un recuerdo -de Cascada de estrellas y todo lo que he vivido aquí-, que no se borrará nunca. Al igual que las estrellas jamás desaparecerán del firmamento.
Gracias a tod@s por hacerlo posible. Siempre seréis estrellas -mis, quizá nuestras, estrellas-, y no permitáis jamás que ese brillo guardado en vuestros ojos se convierta en lágrimas de derrota. De tristeza, de compasión, de alegría... sí, pero nunca os déis por vencid@s. 

Nunca...

Porque todo lo que se va vuelve, todo lo que vuelve se va. Todo lo que un día fue blanco, negro será, y viceversa. Lo que damos se nos devuelve, y lo que devolvemos se nos da. El Sol le da paso a la Luna, y la Luna al Sol. Pero las estrellas, aunque no las veamos, siempre están allí hasta que les llega la hora, y no volverán. Porque como tú, como yo, como vosotr@s, las estrellas son únicas e irrepetibles. Sed estrellas...

 ...¡y no os estrelléis contra nada, despistad@s!

Jaja, echaré de menos todo esto. 
Pero para no perder lo que he ganado como bloggera, voy a poner en marcha otro blog, Mi luz y mi oscuridad. Lo comenzaré en cuanto pueda. 


¡Pikapi!

A. Thunderbird


No hay comentarios:

Publicar un comentario